“Terminó para nosotros, la negra noche de la dictadura”, así Gladys Marín anunciaba a finales del siglo XX el regreso a la legalidad del Partido Comunista de Chile. El plebiscito de 1989 marcó un hito significativo en la historia moderna del país, sin embargo la tan ansiada democracia no nos devolvió el relato ni el avance alcanzado luego de décadas de construcción y victorias populares.


A comienzos del siglo XXI y después de esa larga noche negra gran parte del continente se mantuvo en un largo invierno conservador, institucionalizado y legitimado bajo democracias representativas, estados pequeños y una gran influencia de las políticas económicas de Estados Unidos. Ya a mediados de la primera década de nuevo milenio, y luego de constantes luchas sociopolíticas, avizoramos las primeras expresiones de lo que fuera un amanecer primaveral para Latinoamérica. Las experiencias de Venezuela, Brasil, Ecuador y Bolivia no sólo evidenciaron las profundas grietas del sistema, sino que abrieron los caminos para romper con la institucionalidad hegemónica instalada a sangre y fuego luego de décadas de dictaduras y procesos de profundización de modelos económicos segregadores.


Estos proyectos y procesos contra-hegemónicos en latinoamérica nos dejan aprendizajes ineludibles para perspectivar el momento revolucionario que vive nuestro país desde el 18 de Octubre pasado. Uno de los más relevantes es el desarrollo de la consciencia de los distintos elementos materiales que determinan la condición de indignidad y abandono en la que vive gran parte del continente, para luego, transformar la realidad de las grandes mayorías. 

Sólo esa dialéctica entre la evidenciación de las condiciones materiales de indignidad, y el desarrollo de la conciencia colectiva crítica – de clase- llevará a la acción tan necesaria para romper con la tolerancia a los abusos sistémicos y proyectar una real alternativa política de izquierda en nuestros países. 


Abrazar el horizonte de la disputa

Quienes comprendemos la realidad a través de los ojos del marxismo, entendemos la relación dialéctica entre el desarrollo la conciencia crítica y el aumento de la fuerza transformadora, cuestión que nos llevará en la práctica a avanzar desde una acumulación de problemáticas hacia la construcción de proyectos populares locales, nacionales y regionales. Para lograrlo será muy necesario junto a la constatación de las grietas del modelo, disputar las conciencias, comprender los factores que determinan la obediencia de la población, y la legitimación del sistema desde las clases subalternas (factores culturales, políticos y sociales).

Asumirse dentro de instituciones y estructuras que modelan nuestras relaciones y dinámicas de organización como el Estado, nos debe empujar a reconocer que el poder existe y se ejerce, y si no lo discutimos y nos hacemos parte, otros lo harán, pues el poder ha de estar. Debemos proponernos romper el relato hegemónico de los dominantes, para ello la proyección de disputa y obtención del poder local será un paso determinante.  


Perdurar o sucumbir

Superar las ideas, instituciones y modelos que por décadas se han instalando en una sociedad no es tarea fácil ni de corto plazo, es un objetivo que requería de constancia, acumulación de fuerzas y de un aumento significativo de la incidencia en los espacios institucionales y en la organización popular. 

En el marco de las democracias representativas, los opositores o adversarios a nuestras convicciones y proyectos siempre estarán, y con ellos, la posibilidad de que retomen la gobernanza y los espacios de poder. Es necesario considerar entonces el fenómeno de la alternancia del poder político, asumiendo que tanto para nosotr@s como para ellos, los proyectos políticos pueden tener retrocesos. No solo nosotros aprendemos, la derecha también lo hace, se organizan de igual manera colectivamente y se hacen parte de lo popular. Ejemplos de ello abundan en Chile y el continente. 


En consecuencia, los proyectos políticos exitosos deben trascender y la mejor manera de conseguirlo es concretar las transformaciones y que éstas se incorporen en la cotidianidad de las comunidades. Las victorias populares y sus nuevas formas de organización deben permanecer en la memoria colectiva para que así sobrevivan a la furia revanchista de la alternancia y posibiliten la gestación de nuevos y futuros procesos.

En tanto para la perdurabilidad del proyecto será fundamental comprender que las transformaciones sociales (elemento objetivo) siempre necesitarán del compromiso y voluntad del pueblo (elemento subjetivo), pues se enfrentan directamente a los intereses del capital y de quienes monopolizan el poder económico, los que estarán dispuestos a utilizar todas las herramientas a su disposición para detener y hacer retroceder los procesos transformadores. 


Nuestros desafíos 

Necesitamos más que nunca estudiar, analizar y transformar la realidad con las herramientas que nos entrega el marxismo, haciéndonos cargo de la relación dialéctica entre la reflexión intelectual y la acción gestora de cambios. Ambas cualidades deben complementarse, nutrirse y materializarse en expresiones concretas. Será relevante así mismo, profundizar en el leninismo como base metodológica para llevar a cabo este trabajo, consignar las condiciones objetivas y subjetivas del momento actual, los objetivos generales y particulares, y los pasos necesarios para avanzar desde el actual momento revolucionario a un proceso revolucionario que devenga en la construcción de una alternativa popular para Chile


Retomar y promover una praxis científica de las tareas de nuestra juventud nos ayudará a dotar de cualidad nuestro quehacer, permitiéndonos en la práctica misma evidenciar los obstáculos que se presentan en el camino de la construcción  de un proyecto que tenga real capacidad de disputar a los relatos hegemónicos y dominantes. El compromiso, la reflexión y la acción son elementos indivisibles en el trabajo militante, y nos deben llevar inexorablemente al ejercicio transformador en el seno mismo de la lucha y organización popular. 


En síntesis, el examen de la realidad material (grietas y consecuencias del modelo) y las subjetividades (relatos y conciencia colectiva) nos abrirán el camino para visualizar las potencialidades de cambio y los mejores métodos para lograrlo. De esta manera, en momentos de convulsión política, debemos siempre ubicarnos y representar desde el sentir mayoritario de la clase trabajadora. Nuestro lugar será en la organización y en la protesta, convenciendo, articulando e instruyendo en las perspectivas de un proyecto popular.

 

La juventud y los partidos de izquierda también debiéramos relevar la construcción colectiva, extirpando los caudillismos, superando el sectarismo y eliminando de una vez la creencia de que una izquierda cerrada, burocrática e iluminista será capaz de conducir representando al pueblo, pero sin el pueblo. Las y los marxistas bien sabemos que el pueblo no carece de conciencia y mucho menos necesita ‘iluminación’ para evidenciar las consecuencias de un modelo que sufre día a día. La cuestión radica en las herramientas de análisis de su realidad (interpretación en base a lo que vive, cree, observa, siente, etc.) que tengan a su disposición las personas y la fuerza social acumulada para llevar adelante los procesos.


La disputa de los símbolos salta como otro componente a considerar en la disputa del sentido común, por ejemplo, la resignificación la lucha por dignidad como una lucha por soberanía latinoamericana, una lucha profundamente patriótica. Requerimos de una herramienta que se replantee el relato y estética. Actuar en sintonía con el sentir de las masas, con el dolor, los miedos, los sueños y las profundas alegrías que conlleva un proceso de construcción popular.  


HOY: NO DEFENDEMOS AL PUEBLO, SOMOS PUEBLO Y NOS DEFENDEMOS. 

La victoria popular es siempre precedida por una victoria cultural, los elementos que nos ayudan a transformar el sentido común son resultado de la labor de generaciones tras generaciones que con sus luchas incubaron las actuales condiciones de 1) toma de conciencia de las consecuencias del modelo, 2) profundización de la crisis del modelo, 3) robustecimiento de la articulación social, y 4) Incremento de la posición de fuerza del movimiento social y popular. El cambio de paradigma se construirá en esa perspectiva, con la urgencia de la indignidad y la minuciosa calma de un futuro posible. 


La acción solidaria en contextos de crisis sistémica, históricamente ha sido una herramienta de disputa de sentido común. En términos simples y a modo de ejemplificar lo antes expuesto, desde estas acciones podemos a) constatar una condición material (hambre y desempleo), b) evidenciar la crisis del modelo (desigualdad e intereses empresariales), c) generar una respuesta material (trabajo en ollas comunes, redes de confianza y apoyo en los territorios, etc.), d) hacer retroceder el relato hegemónico (individualismo neoliberal), y, e) extender y promover el relato alternativo: El pueblo ayuda al pueblo/  La juventud se levanta/ Nos organizamos para vencer.


La obtención del poder vendrá junto a la derrota del relato hegemónico dominante y la instalación de otro relato alternativo, sin embargo, si perdemos las redes con las que llevamos a cabo ese trabajo, la hegemonía será fácilmente desestabilizada. Requerimos entonces,  la construcción de redes amplias, que disputen y hegemonicen el sentido común, entregando al mismo tiempo certezas y alternativas a la población. 


Daniel Jadue ha podido erigirse como el político más valorado de la izquierda en Chile, justamente por la experiencia y la concreción de un proyecto que sí ha transformado la vida de quienes viven día a día la exclusión y la miseria. La incertidumbre trae vulnerabilidad y sumisión, por lo mismo, cualquier proyecto de izquierda debe ser capaz de entregar certezas a la población, proponiendo cambios estructurales y concretos, que a su vez transformen el ideario dominante. Un proyecto exitoso es aquel que de igual manera conjuga las expectativas ( lograr algo distinto) y esperanza (lo concreto, ejemplo Recoleta)


La izquierda deberá elegir muy bien sus trincheras y sus batallas, pues serán estas decisiones estratégicas las que traerán victorias. Sólo un pueblo consciente de su realidad y de las condiciones necesarias para transformarla defenderá -y se hará parte de- un proceso revolucionario, hoy tan urgente como posible.


Magdalena Paredes Yañez, Comité Central

Ricardo Díaz Miranda, Comisión Relaciones Internacionales