Lo que el controvertido proyecto de ley de migración del Reino Unido podría significar para la política de la UE
La semana pasada, el parlamento británico aprobó un controvertido proyecto de ley que allana el camino para que el Reino Unido envíe solicitantes de asilo a Ruanda sin posibilidad de retorno, una medida que podría tener implicaciones para la propia represión migratoria de la UE.
Según la ley de Seguridad de Ruanda, unas 52.000 personas actualmente atrapadas en el sistema de asilo del Reino Unido podrían ser enviadas al país africano, que Freedom House clasificó el año pasado como “no libre”.
El gobierno conservador del primer ministro Rishi Sunak apuesta a que al llevar a los solicitantes de asilo en avión a Ruanda, donde entrarían en el sistema de asilo ruandés, el Reino Unido puede disuadir a los refugiados y migrantes de emprender el viaje hasta sus costas.
La ley va en contra de una decisión del Tribunal Supremo de Gran Bretaña, medidas provisionales del Tribunal Europeo de Derechos Humanos y advertencias del Comisario de Derechos Humanos del Consejo de Europa y de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), la última de las cuales dijo la semana pasada que la La legislación “viola la Convención sobre Refugiados”.
Según Catherine Woollard, directora del Consejo Europeo sobre Refugiados y Exiliados, la ley es “muy importante”. Sostiene que “estamos en un territorio sin precedentes para que el Reino Unido vea al gobierno legislar para contrarrestar y contradecir a la Corte Suprema”.
Sin embargo, la llamada subcontratación de solicitantes de asilo no es una idea política nueva, como explica Chloe Marshall-Denton, asesora humanitaria de Médicos Sin Fronteras (MSF). Cita el ejemplo de Australia, que ha estado enviando refugiados a la isla de Nauru de forma intermitente desde 2001 bajo una política llamada “procesamiento extraterritorial”.
Marshall-Denton copublicó un informe en febrero que encontró una tasa alarmantemente alta de conductas relacionadas con el suicidio en adultos y niños en Nauru. “Está relacionado con esta noción de contención, pero también con el hecho de que las personas estén en un limbo indefinido y sin saber qué les sucederá. Estamos bastante preocupados de que esto se repita”, afirma.
“El acuerdo entre el Reino Unido y Ruanda refleja este modelo en muchos sentidos, y tememos que prolifere aún más dentro de la UE. Ya hemos oído que países como Dinamarca han estado pensando en este acuerdo”, añade Marshall-Denton.
Ha habido una tendencia creciente a subcontratar la política migratoria a nivel de la UE y en todos los estados miembros del bloque, incluido el acuerdo de 105 millones de euros de Bruselas con Túnez y el reciente acuerdo de Italia con Albania, los cuales han generado críticas de organizaciones de derechos humanos.
“Encaja en la lógica más amplia de la disuasión y en las políticas implementadas en las fronteras externas de la UE”, dice Marshall-Denton, refiriéndose al nuevo Pacto de Migración y Asilo de la UE. “Se está volviendo cada vez más común dentro de la retórica política y la esfera política”. Como parte de esa legislación, la UE ha acordado brindar asistencia financiera a países con antecedentes cuestionables en materia de derechos humanos si ayudan a frustrar la migración a Europa. El pacto también incorpora el concepto de “terceros países seguros” a los que se puede redirigir a los solicitantes de asilo.
Pero incluso con el reciente aumento de diversas políticas migratorias que utilizan terceros países, Woollard cree que el acuerdo entre el Reino Unido y Ruanda podría en realidad disuadir a otras naciones de emplear una práctica similar. “Una de las implicaciones positivas es que todo este lío en el Reino Unido demuestra a otros gobiernos europeos que esto realmente no funciona”, afirma. Woollard señala los altos costos (el pago total a Ruanda será de al menos 370 millones de libras esterlinas en cinco años), así como las numerosas batallas legales que se avecinan y que espera que pierda el Reino Unido.
En su opinión, “sólo será un número muy pequeño de personas las que algún día serán enviadas a Ruanda. Realmente es gastar una gran cantidad de tiempo y recursos en algo que tiene un impacto muy limitado”. Esos son recursos que, en su opinión, podrían invertirse en el desarrollo de un sistema de asilo que funcione y que garantice que las personas tengan acceso a protección lo más rápido posible.
Se está volviendo cada vez más común dentro de la retórica política y la esfera política.
De manera similar, Marshall-Denton duda que políticas restrictivas como el acuerdo entre el Reino Unido y Ruanda disuadan lo suficiente a la gente de tomar un bote de Francia a Inglaterra. “Hasta que no se establezcan alternativas genuinas que permitan el paso seguro de las personas, veremos que la gente seguirá utilizando estos medios de viaje porque no hay otra alternativa”, argumenta.
En el Mediterráneo, explica, los inmigrantes pueden ser detenidos numerosas veces mientras adaptan sus rutas, lo que a menudo las hace aún más peligrosas. “Si miras el mapa y las formas en que Europa está tratando de reprimir el movimiento, ahora tienes gente de Eritrea o Damasco que llega a través de Bielorrusia, se enfrenta a la violencia en la frontera, se queda durante semanas sin comida en el bosque, etc. Todo porque no hay otra manera”.
Woollard añade: “Los refugiados no tienen más remedio que emprender un viaje terrible y llegar como puedan. No es ilegal cruzar la frontera para buscar protección internacional. Esto es lo que los refugiados siempre han tenido que hacer”.
Mientras tanto, Sunak insistió la semana pasada en que los vuelos a Ruanda despegarán dentro de 10 a 12 semanas. “Hay planes en marcha. Y estos vuelos se realizarán, pase lo que pase”, dijo el primer ministro, añadiendo que quería crear “un ritmo de múltiples vuelos al mes… porque así es como se construye un elemento de disuasión sistemático y así es como detendrás los barcos”.