Pausa para pensar

Pausa para pensar

El estilo de vida actual, siempre activo y frenéticamente ocupado, no funciona, sugiere el filósofo Byung-Chul Han. Todos deberíamos aprender a no hacer nada.

Parece haber una reacción contra el ajetreo: una nueva ola de opinión está presionando contra la idea de que cada hora debe estar repleta de actividad. Hoy en día, afirmar estar “ocupado, ocupado, ocupado” es menos una insignia de honor y más una señal de que lo estás haciendo todo mal.

Por supuesto, no siempre fue así. En 2014, Johns Hopkins Health Review identificó una tendencia entre las personas a equiparar una agenda apretada con el éxito. El “culto a estar ocupado”, como lo llamaban, era una forma de demostrar tu valor a los demás.

Las celebridades estaban especialmente interesadas en subirse al tren. En 2016, los investigadores analizaron miles de tweets de rostros famosos y descubrieron que alrededor del 12 por ciento eran “humildes fanfarrones” acerca de estar ocupados y “no tener vida” o necesitar unas vacaciones. Los estudios, publicados en el Journal of Consumer Research, encontraron que un estilo de vida con exceso de trabajo, en lugar de una existencia tranquila, se había convertido en un símbolo de estatus aspiracional.

Ahora, las tornas han cambiado. Se está construyendo una resistencia al predominio del ajetreo, y en su último libro, Vita Contemplativa, Byung-Chul Han defiende la inactividad. “Sin momentos de pausa o vacilación, la actuación se deteriora hasta convertirse en acción y reacción ciegas”, escribe el filósofo y teórico cultural nacido en Corea del Sur, que ahora vive en Alemania.

Si perdemos la capacidad de estar inactivos, nos parecemos a máquinas que simplemente deben funcionar.

“Cuando la vida sigue la regla de estímulo-respuesta, necesidad-satisfacción y meta-acción, se atrofia hasta convertirse en pura supervivencia: vida biológica desnuda”, advierte. “Si perdemos la capacidad de estar inactivos, empezamos a parecernos máquinas que simplemente deben funcionar”.

Es un argumento convincente y que ha puesto a prueba las mentes de los pesos pesados ​​de la filosofía a lo largo de los siglos. El término “vita contemplativa” se traduce del latín como “la vida contemplativa” y se ha asociado con las enseñanzas de Sócrates, Platón y Aristóteles.

Para Han, “la vida recibe su resplandor sólo de la inactividad”. Pero en nuestras vidas apresuradas, dice, estamos perdiendo la capacidad de permanecer inactivos. La existencia humana queda completamente absorbida por la actividad; incluso el ocio, tratado como un respiro del trabajo, pasa a formar parte de la misma lógica. “El tiempo libre carece tanto de intensidad de vida como de contemplación”, escribe Han. “Es un tiempo que matamos para no aburrirnos. No es tiempo de vida libre; es tiempo muerto”.

El libro de Han se describe como “una oda al arte de estar quieto”. Pero su definición de inactividad puede sorprenderte. Han cuestiona la creencia de que la inactividad es lo mismo que la pereza. En cambio, lo presenta como una poderosa herramienta para generar pensamiento creativo. “La inactividad no es lo opuesto a la actividad”, insiste Han. “Más bien, la actividad se alimenta de la inactividad”.

Para ampliar esto, Han se refiere a Walter Benjamin, un filósofo alemán. “Benjamin eleva la inactividad al rango de partera de lo nuevo”, escribe Han, antes de citar a otro filósofo alemán, Friedrich Nietzsche: “Las personas inventivas viven de manera completamente diferente a las activas; necesitan tiempo para que se produzca una actividad sin propósito y sin regulación, se puedan realizar experimentos y se puedan tomar nuevos caminos”.

Para Han, la inactividad no es una debilidad o un defecto sino más bien una “intensidad” que, en su opinión, está infravalorada en la sociedad actual. Su opinión es que, como a menudo miramos la vida desde la perspectiva del trabajo y el rendimiento, clasificamos la inactividad como una deficiencia que debe superarse lo más rápido posible.

“Hemos olvidado que es precisamente la inactividad, que no produce nada, la que representa una forma de vida intensa y radiante”, sugiere Han. “Para oponernos a la compulsión del trabajo y el desempeño, debemos crear una política de inactividad que sea capaz de producir tiempo genuinamente libre”.

Hay indicios de que la forma de pensar de Han está cobrando impulso. Después de la pausa en el estilo de vida impuesta por las restricciones de Covid-19, la gente ahora parece menos dispuesta a medir su valor en función de lo ocupadas que están.

tapa del libro

En abril de 2021, la revista New York Magazine publicó un artículo sobre ‘Las personas que no quieren volver a la normalidad’, citando a un hombre llamado William que sentía que la pandemia le había dado, por primera vez, “una gran excusa para no hacer nada”. … Fue el mejor. Me siento culpable al decirlo”.

Es precisamente este sentimiento de culpa del que Han desea que nos deshagamos. El quid de su libro es que la crisis actual de nuestra sociedad exige una actitud muy diferente ante la vida. Nos insta a detener nuestras incesantes actividades y dejar espacio a la “magia” de la inactividad.

Sin embargo, no se deje engañar por la ocasional caída en el lenguaje místico. El mensaje de Han sobre la importancia de recuperar el arte de la contemplación en medio del frenesí de la vida moderna plantea un punto serio: si permanecemos en la rueda de hámster de la actividad, corremos el riesgo de autodestrucción.

Es una teoría que debería dar que pensar a todos aquellos que trabajan en las instituciones políticas de Europa. Si su trabajo es un carrusel de compromisos, su tiempo fuera de la oficina es una miríada de obligaciones y su lista de tareas pendientes es más bien un pergamino infinito, tal vez sea hora de probar otro enfoque.

Pero incluso la inactividad requiere cierto esfuerzo. “La inactividad requiere mucho tiempo”, reconoce Han. “Requiere un largo rato, una intensa y contemplativa permanencia”. No es fácil lograrlo en el entorno dinámico actual.

“Prevalece la forma de vida consumista”, escribe Han. “Cada necesidad debe satisfacerse a la vez. Nos impacientamos si nos dicen que esperemos a que algo madure lentamente. Lo único que importa son los efectos a corto plazo y las ganancias rápidas. Las acciones se reducen a reacciones. Las experiencias se diluyen y se convierten en acontecimientos. Los sentimientos se empobrecen y se convierten en emociones o afectos”.

El futuro de la humanidad no depende del poder de las personas que actúan sino de la reanimación de la capacidad de contemplación

Entonces, ¿cómo podemos pasar de una actividad frenética a un estado más contemplativo? Si espera que Han le proporcione un plan de 10 pasos, se sentirá decepcionado. En cambio, ha elaborado una descripción general matizada y cuidadosamente investigada en la que cita (y cuestiona) las teorías de una serie de pensadores, desde los antiguos griegos hasta figuras más contemporáneas.

Por ejemplo, hay frecuentes referencias al trabajo de Hannah Arendt, una historiadora estadounidense nacida en Alemania y una de las teóricas políticas más influyentes de los últimos tiempos. El libro de Arendt, La condición humana, publicado por primera vez en 1958, investiga la vita activa –la vida activa– que ella condensa en trabajo, trabajo y acción. Han no tiene miedo de desmentir las teorías de Arendt.

“Arendt está equivocado”, dice hacia el final de un capítulo titulado El patetismo de la acción. “El futuro de la humanidad no depende del poder de las personas que actúan sino de la resucitación de la capacidad de contemplación, es decir, de la capacidad misma que no actúa. Si no incorpora la vita contemplativa, la vita activa degenera en hiperactividad y culmina en el agotamiento no sólo de la psique sino de todo el planeta”.

Un pensamiento aleccionador. En una sociedad donde incluso el sueño ha adquirido connotaciones activas: ¿alguien quiere tomar una “siesta energética”? – Las súplicas de Han para que abracemos la inactividad son difíciles de ignorar. Por supuesto, nadie está sugiriendo que optemos por eludir todas las responsabilidades y que simplemente nos quedemos mirando al vacío. Pero si su estilo de vida actual lo hace sentir abrumado, un descanso del ajetreo podría ser el reinicio que necesita. Especialmente si, como dice Han, la inactividad “es la fórmula básica de la felicidad”.

VITA CONTEMPLATIVA: EN ELOGIO DE LA INACTIVIDAD
Autor: Byung-Chul Han
Autor: Política

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