Artículo de opinión: La OTAN debe mantener la puerta abierta a Ucrania
BONN, Alemania – En julio, la Cumbre de la OTAN de 2024 en Washington DC conmemoró la contribución de la alianza transatlántica a siete décadas de paz en Europa. Fue una celebración apropiada del 75.º aniversario de la OTAN.
Para fijar su dirección estratégica, la OTAN debe hacer frente a la guerra rusa en Ucrania y a la amenaza que supone para la paz. El apoyo de los miembros de la OTAN a Ucrania determinará el resultado de la guerra y, en consecuencia, el futuro de la seguridad europea. En la cumbre, apoyaron la “vía irreversible de Ucrania hacia la plena integración euroatlántica, incluida la pertenencia a la OTAN”.
Los miembros de la OTAN deben seguir por ese camino. Permitir que Rusia ataque a sus vecinos, se apodere del territorio de otros países, mate a sus civiles y trate de eliminar su soberanía no es una base para la paz en Europa. En ese contexto, la alianza occidental es la única institución internacional con la credibilidad necesaria para contrarrestar esa amenaza. La pertenencia de Ucrania a la alianza es la única manera de garantizar la paz y la estabilidad, para Ucrania y toda la zona euroatlántica.
Las garantías de seguridad de la OTAN son fundamentales
El presidente estadounidense Harry Truman definió la política de posguerra de Estados Unidos hacia Europa cuando abandonó el Plan Morgenthau, que habría desindustrializado a Alemania. En su lugar, optó por convertir a Alemania Occidental en el motor industrial de una nueva Europa occidental integrada y en un elemento clave de la seguridad europea frente a la nueva amenaza soviética. Alemania Occidental se uniría a la OTAN en 1955.
Las garantías de seguridad estadounidenses allanaron el camino para mantener las fuerzas estadounidenses en Europa, lo que le dio a Estados Unidos una presencia estabilizadora permanente. Impulsar la creación de la OTAN en 1949 fue esencial para restablecer la paz en Europa. Sin las garantías de seguridad creíbles de la OTAN, el Plan Marshall no habría podido ayudar a Europa occidental a recuperarse de la destrucción de la Segunda Guerra Mundial.
Esas garantías siguieron siendo igualmente pertinentes cuando terminó la Guerra Fría y cayó la Cortina de Hierro en toda Europa. Volker Rühe, el primer ministro de Defensa de la Alemania unificada, pidió la apertura de la membresía en la OTAN. Argumentó que los polacos merecían la misma seguridad que los alemanes y los franceses. Rühe trabajó en estrecha colaboración con el entonces embajador de Estados Unidos en Alemania, Richard Holbrooke, para ayudar a convencer al presidente Bill Clinton de que apoyara ese objetivo.
Varios antiguos miembros del Pacto de Varsovia se unieron a la alianza. La seguridad que les proporcionó la OTAN les permitió desarrollar sus democracias recién establecidas.
Abriendo las puertas de la OTAN
Durante un cuarto de siglo después de la Guerra Fría, las garantías de seguridad de la OTAN mantuvieron la paz en Europa. Rusia también se benefició, gracias al Consejo OTAN-Rusia, la Asociación para la Paz y el Acta Fundacional OTAN-Rusia.
Todo eso cambió en 2007. En la Conferencia de Seguridad de Múnich de ese año, el presidente ruso, Vladimir Putin, intentó establecer una historia revisionista, que presentaba la apertura de la OTAN como una amenaza para Rusia. Fundamentó esta visión en una promesa occidental inexistente de mantener a la OTAN fuera de Europa del Este. Putin amplió esa falsedad en 2021, cuando esbozó una reivindicación imperial sobre Ucrania, que era una declaración de guerra de facto contra su vecino.
La OTAN ha ofrecido a Ucrania la posibilidad de ser miembro de la organización desde 2008. Tuvo la oportunidad de cumplir esa oferta en 2014, tras la anexión de Crimea por parte de Rusia y la toma del Donbass en el este de Ucrania. En cambio, Ucrania recibió una misión de observación de la OSCE, que documentó las violaciones del alto el fuego pero no nombró a los culpables.
Los intentos europeos de resolver esos ataques iniciales a la soberanía ucraniana, con sus Planes Minsk, carentes de garantías de seguridad, fracasaron. En consecuencia, los líderes rusos consideraron correcta su visión de una Ucrania débil e inviable, y los gobiernos occidentales carecieron de agallas para una confrontación prolongada.
Puente hacia la adhesión de Ucrania a la OTAN
Ucrania necesita garantías absolutas de seguridad, no promesas como el Memorándum de Budapest de 1994. Ucrania abandonó sus armas nucleares de la era soviética a cambio de protecciones que resultaron ser meras promesas. Ahora, Occidente debe hacer de la defensa de la soberanía ucraniana la premisa inequívoca de su política de seguridad.
La protección de la santidad de la soberanía de Ucrania se puede lograr con un suministro concertado de armas de largo alcance, cazabombarderos, drones, tanques, minas, municiones, capacidades de guerra electrónica y capacidad de producción y mantenimiento de armas de apoyo en Ucrania. Si Ucrania logra llevar la guerra a las instalaciones militares rusas, Putin no podrá mantener su imagen de protector de la patria rusa.
Fuera de Ucrania, la OTAN puede comprometerse a un estacionamiento permanente de tropas de la alianza en su flanco oriental, lo que mantendría a las fuerzas rusas que de otro modo podrían desplegarse para combatir en Ucrania.
La OTAN debe dejar en claro que el uso de armas nucleares por parte de Rusia contra Ucrania pondría fin a la moderación que hasta ahora se había impuesto a la hora de apoyar la defensa ucraniana y pondría sobre la mesa el despliegue de fuerzas militares en Ucrania y otras medidas. En cualquier caso, la OTAN debería manifestar su voluntad de contribuir a una sólida misión de mantenimiento de la paz como cogarante de un acuerdo de paz.
Todas estas medidas son esenciales para el objetivo estratégico de la OTAN: impedir que Rusia vuelva a atacar a Ucrania. La disuasión sólo puede garantizarse si se mantiene abierta la puerta a la adhesión a la OTAN, esencial para la seguridad de Ucrania y de Europa.