Artículo de opinión: Por qué la soberanía digital de la UE está en juego
En una era en la que la destreza digital equivale a influencia global, la UE se encuentra en una coyuntura crítica. El nombramiento de Henna Virkkunen como vicepresidenta ejecutiva de Soberanía Tecnológica, Seguridad y Democracia de la Comisión Europea indica un reconocimiento de la necesidad urgente de reforzar la independencia tecnológica de Europa. Sin embargo, este paso loable apenas toca la superficie de un desafío profundo que exige acciones mucho más ambiciosas.
La cruda realidad es que el panorama digital de la UE está moldeado en gran medida por entidades fuera de sus fronteras, principalmente de Estados Unidos y China. Los gigantes tecnológicos dominan sectores cruciales como la computación en la nube, la inteligencia artificial y la infraestructura de datos. Su enorme influencia no sólo socava la ventaja competitiva de la UE, sino que también pone en peligro su capacidad para salvaguardar la privacidad de los datos y mantener la soberanía sobre sus servicios digitales más fundamentales.
La dependencia digital de la UE no es un mero inconveniente; es una vulnerabilidad estratégica. Desde los sistemas de salud digitales hasta el almacenamiento gubernamental en la nube y las plataformas de administración pública, la dependencia del bloque de proveedores de tecnología extranjeros es generalizada y se puede encontrar en la mayoría de los pasos de la cadena de suministro. Esta dependencia obstaculiza gravemente la capacidad de la UE para establecer sus propios estándares y trazar un rumbo independiente en el ámbito digital.
Declaración de independencia digital
Si bien la UE ha realizado esfuerzos encomiables a través de iniciativas como la estrategia del Mercado Único Digital y programas como Europa Digital y Horizonte Europa, estas medidas aún se quedan cortas. Ha llegado el momento de adoptar un enfoque más ambicioso y coordinado para financiar y desarrollar la propia infraestructura digital del bloque.
El hecho de que no se haya establecido un fondo de soberanía integral subraya la urgencia de la situación. Sin una estrategia de financiación sólida a nivel de la UE, la soberanía tecnológica corre el riesgo de seguir siendo una promesa incumplida.
Si bien la UE carece de una definición clara de cómo es la soberanía tecnológica, hay esfuerzos para llegar allí. El Centro y Red Europeo de Competencia en Ciberseguridad ofrece una idea de lo que se puede lograr mediante esfuerzos coordinados, pero dichas iniciativas deben ampliarse drásticamente y replicarse en dominios digitales críticos. Esto incluye áreas como servicios en la nube, estándares de interoperabilidad, producción de hardware como semiconductores e incluso infraestructura fundamental de Internet como el Border Gateway Protocol.
Los Proyectos Importantes de Interés Común Europeo (IPCEI) y el Consorcio Europeo de Infraestructura Digital (EDIC) han surgido como herramientas potenciales para que los estados miembros colaboren de forma voluntaria. Sin embargo, la falta de una gobernanza armonizada a nivel de la UE obstaculiza gravemente su potencial. Estos proyectos sucumben a intereses nacionales en competencia y a la falta de una estrategia europea global. Los marcos IPCEI y EDIC deben fortalecerse y racionalizarse para que realmente sirvan como catalizadores de la soberanía digital de la UE.
Centrándose en la soberanía digital
La regulación, si bien es necesaria, no es suficiente. La UE ha liderado el camino con legislación innovadora como el Reglamento General de Protección de Datos, la Ley de Mercados Digitales y la Ley de Servicios Digitales. Sin embargo, estos marcos legales deben complementarse con inversiones sustanciales en tecnologías locales y estándares abiertos. La influencia global de las regulaciones de la UE demuestra el potencial de Bruselas para dar forma al futuro de la tecnología. Sin embargo, sin la capacidad de desarrollar e implementar sus propias soluciones, la UE corre el riesgo de convertirse en un legislador sin los medios para competir eficazmente en el ámbito digital que busca gobernar.
El camino a seguir es desafiante pero claro. La UE debe establecer un modelo de financiación ambicioso que trascienda las fronteras nacionales y los intereses industriales. Este modelo debería priorizar la inversión en tecnologías y estándares abiertos, reduciendo la dependencia de sistemas propietarios que encierran al bloque en ecosistemas extranjeros. Al mismo tiempo, la UE debe afirmar su liderazgo en los esfuerzos internacionales de normalización, garantizando que su voz sea escuchada y que sus intereses sean protegidos en el escenario global.
Lo que está en juego no podría ser mayor. Sin una acción decisiva y una inversión sustancial, la UE corre el riesgo de ceder el control de su destino digital a potencias externas. Sus líderes deben reconocer que la soberanía tecnológica no es un lujo sino una necesidad en el siglo XXI.
Sólo a través de una acción audaz y coordinada puede la UE esperar cerrar la brecha de soberanía y emerger como una verdadera potencia digital.