Terapia de grupo: Procesando el trauma de la pandemia a través de la ficción
En los primeros capítulos de la novela. Catorce díasMientras el Covid-19 hace estragos afuera, un grupo de neoyorquinos se reúne en el techo de su edificio de apartamentos en Manhattan. Dudan, mantienen una distancia segura y se miran unos a otros desde lejos.
Un personaje, llamado La Dama de los Anillos, les dice a los demás que la pandemia será como el 11 de septiembre. “Nadie hablará de eso”, afirma.
Otro, conocido como The Therapist, responde que nadie habla del 11 de septiembre porque el ataque provocó en los neoyorquinos un trastorno de estrés postraumático o trastorno de estrés postraumático. “Todavía tengo pacientes del 11 de septiembre que padecen trastorno de estrés postraumático. Veinte años después”, afirma.
Si hablar sobre el trauma tiene el poder de aliviarlo, entonces Catorce días, una meditación sobre temas universales como el amor, la muerte y el dolor, se presenta como una especie de bálsamo para el dolor infligido por la pandemia. “Hablemos de ello”, el libropublicado a principios de este mes, parece decir. En silencio, con cuidado, extiende una mano, ofreciendo la oportunidad de reflexionar sobre los dolores colectivos e individuales que atravesó el mundo desde febrero de 2020 en adelante.
El concepto es sencillo: los diferentes inquilinos del edificio se turnan para contar historias. ¿El giro? La novela es una obra colectiva y cada historia está escrita por uno de los 36 autores estadounidenses y canadienses, incluida Erica Jong (famosa por su libro de 1973, Miedo a volar), Celeste Ng (la aclamada autora de Pequeños fuegos por todas partes) y Tommy Orange (autor del libro finalista del Premio Pulitzer 2019 Ahí ahí).
Los escritores provienen de diferentes orígenes y trabajan en diferentes géneros, incluida la poesía, el romance y la ficción infantil. Un índice al final revela quién escribió qué. Margaret Atwood, la mente legendaria detrás de los bestsellers, entre ellos El cuento de la criada y Oryx y Crakees uno de los editores del libro, junto con Douglas Preston, ex presidente del Authors Guild, quien concibió la idea.
Las historias avanzan rápidamente a través del tiempo y abarcan la profundidad y la amplitud del continente norteamericano, a veces incluso aventurándose en el extranjero. Una joven negra que crece en Texas en la década de 1960 descubre un secreto discordante sobre el mejor amigo de su padre; un adolescente de Massachusetts aprende sobre los terrores de la guerra de Vietnam después de convertirse en repartidor de periódicos; y una mujer cubana de mediana edad de Miami acepta algunas verdades sobre sí misma durante un “viaje de hermanos” con su esposo, sus amigos y sus esposas.
Algunas de las historias son extravagantes. En uno, dos conejos no pueden dejar de pelear hasta que sus dueños, siguiendo el consejo de un terapeuta animal, los meten en una caja en un automóvil y conducen durante aproximadamente una hora, volteando la caja periódicamente. Después, los conejos se llevan milagrosamente bien. ¿La teoría? “Los conejos se unirían a través de esta experiencia traumática compartida”, explica el narrador.
Catorce días Se presenta como una especie de bálsamo para el dolor causado por la pandemia.
Otras historias juegan con el realismo mágico. Maine, una doctora, habla de una monja con la que trabajaba en un hospital católico, que tenía una habilidad sobrenatural para sentir cuándo se acercaba la muerte. Trabajando en una sala de coronavirus, la doctora desearía tener a la monja con ella para decirle “qué vidas debo luchar por salvar y cuáles ya están perdidas”.
En manos menos hábiles, la variedad de voces podría convertirse en una dolorosa cacofonía. Pero con la edición de Atwood y Preston, las transiciones son suaves y la individualidad de cada voz aporta profundidad al trabajo sin causar distracciones. Un personaje clave, el recién contratado cuidador del edificio, ancla al lector. Todas las noches, graba en secreto las historias en su teléfono y luego las transcribe por aburrimiento por una razón que no se revela hasta el final.
Aunque el escenario es doloroso, con sirenas en la calle anunciando una muerte tras otra, el tono del libro es firme. Ninguna de las historias es profundamente impactante o perturbadora. En cambio, lentamente se entrelazan: acogedores y reconfortantes. Es como si el lector también estuviera en ese techo, guiado por los narradores a través del trabajo compartido de procesar el duelo.