Cada año, el primer ministro húngaro, Viktor Orban, pronuncia discursos que sus seguidores esperan con impaciencia. Cada febrero, Orban hace balance del año anterior y anuncia el inicio de la nueva temporada política.
La ocasión suele estar marcada por un tono triunfante sobre los logros pasados y pronunciamientos combativos sobre nuevas iniciativas. Este año fue diferente. El acontecimiento tan esperado se vio ensombrecido por el escándalo.
La presidenta Katalin Novak dimitió a principios de febrero tras perdonar a un hombre que había ayudado a encubrir abusos infantiles. Como resultado, Orban comenzó su discurso con la siguiente frase: “El año 2024 no podría haber comenzado peor”. El discurso fue cansado, aburrido y desestructurado: uno de los más débiles que ha pronunciado Orban desde que asumió el cargo en 2010.
No fue sólo una expresión del hecho de que el asunto de los abusos ha afectado claramente al primer ministro de Hungría en las últimas semanas, sino también una señal del estancamiento general en el sistema de Orban.
A la sombra del escándalo
Katalin Novak, fiel a Orban desde hace mucho tiempo, no fue la única que dimitió tras el escándalo de abusos. La ex ministra de Justicia Judit Varga, más recientemente la principal candidata del partido Fidesz de Orban en la campaña electoral de la UE, también se retiró de la vida política.
La efusión de sentimiento público fue provocada por el perdón de un hombre llamado Endre K el año pasado. Había sido declarado culpable de ayudar a su superior, el director de un orfanato, a encubrir el abuso sexual grave y sistemático de niños en al menos un caso.
El indulto se hizo público a principios de este año por casualidad. El certificado de indulto se incluyó en documentos de acceso público relacionados con los procedimientos de apelación que involucraban a Endre K.
La indignación pública por el caso alcanzó un nivel rara vez visto en Hungría. Orban ha hecho de la protección de los niños un pilar central de sus políticas anti-LGBTQ en los últimos años. El primer ministro equipara frecuentemente la homosexualidad con la pedofilia, el término comúnmente utilizado en Hungría para referirse al abuso sexual infantil.
Protestas masivas en Budapest
Mientras tanto, se supo que uno de los confidentes más cercanos de Orban, la figura espiritual calvinista y ex Ministro de Recursos Humanos Zoltan Balog, había abogado por el perdón de Endre K.
Balog, obispo desde 2021, se había negado inicialmente a dimitir de su cargo de presidente del Sínodo de la Iglesia Reformada Húngara. Pero en el período previo a una protesta excepcionalmente grande en Budapest a mediados de febrero, Balog finalmente capituló.
La manifestación fue una de las mayores manifestaciones contra el gobierno de Orban desde 2010. Al menos 50.000 personas y, según algunas estimaciones, hasta 150.000 se reunieron en Budapest.
Orban no abordó esta protesta ni los detalles del asunto de los abusos en su discurso. Culpó exclusivamente a la ex presidenta de la situación con una explicación concisa: su cargo encarnaba la unidad de la nación, pero Novak no había podido mantener esa unidad debido a la indignación resultante del indulto que ella había concedido. Por tanto, su dimisión era inevitable.
Durante su discurso, Orban habló extensamente sobre las oportunidades que tendría Hungría si invirtiera mucho en el desarrollo de las energías renovables.
A esto le siguieron los habituales ataques indirectos a la Unión Europea, a los “burócratas de Bruselas” y a los “activistas LGBTQ” que supuestamente quieren destruir el modelo familiar tradicional de Hungría.
Orban repitió también su habitual relato sobre la guerra rusa contra Ucrania: la Unión Europea se había lanzado “de cabeza” al “conflicto fratricida eslavo”, y Hungría era el único representante de la paz en Europa.
Orban a la defensiva
Si bien el Primer Ministro húngaro parece estar a la defensiva por ahora, el escándalo de abusos podría no tener mucho impacto a largo plazo en él. La actual ola de protestas expresa indignación moral, pero los organizadores y participantes no tienen ningún programa político y por ahora no tienen intención de organizarse en un movimiento o partido.
Los actuales partidos de oposición tienen poco más que decir que indignación moral por el doble rasero moral del gobierno de Orban.
Para la abogada húngara y conocida experta en derechos del niño Szilvia Gyurko, las víctimas de la propaganda de larga data y del debate actual son, ante todo, los propios niños.
“Sería un paso importante si los conceptos de abuso infantil y pedofilia ya no sirvieran para estigmatizar a otros en el ámbito político”, dijo Gyurko a JJCC.