Artículo de opinión: La OTAN debe hacer más en África y el Mediterráneo
VICENZA, Italia – A pesar de su nombre, la Organización del Tratado del Atlántico Norte tiene una marcada dimensión mediterránea. De sus 32 miembros, nueve miran al mar Mediterráneo, un mar que conecta el destino de Europa con el de África.
Italia y España, miembros de la OTAN, conocen perfectamente este hecho geográfico: Sicilia está a unos 150 kilómetros de la costa norteafricana, mientras que la isla canaria de Fuerteventura está a menos de 100 kilómetros al oeste de Marruecos.
Madrid considera el Mediterráneo una de sus prioridades en política exterior y tiene una postura similar respecto de África. El gobierno italiano, por su parte, utiliza el concepto de “Mediterráneo Amplio” para referirse no sólo a la zona inmediatamente circundante al Mediterráneo, sino que abarca hasta Oriente Próximo y el Golfo Pérsico, así como el Cuerno de África y el Sahel. WiMedAf, para abreviar, representa una “zona de importancia primordial en la que se proyectan intereses italianos y que deben ser protegidos por razones de seguridad nacional”.
Si ampliamos aún más la definición del Mediterráneo ampliado, para cubrir todo el continente africano, queda muy claro cuán importante es esta parte del mundo para el resto del siglo XXI.
La región es el punto de partida de olas migratorias que han empujado la política europea hacia la derecha, con actores tanto estatales como no estatales utilizando el tema como arma para impulsar agendas más extremas y divisivas.
Estabilidad europea, recursos africanos
Muchos países de la región ya son proveedores vitales de gas, petróleo y materias primas para Europa. Al menos el 40% del comercio marítimo mundial pasa por las aguas de WiMedAf. Bajo las olas, los cables de comunicación conectan Europa con la India y el este de Asia.
Se estima que, para 2050, África albergará al 25% de la población mundial y que su población será más joven que la de otras partes del mundo. Países como Egipto, Nigeria y Etiopía tienen una población en auge y su importancia geopolítica no hará más que crecer. Las nuevas tensiones entre Egipto y Etiopía, como resultado de un acuerdo de defensa entre el primero y Somalia, son un ejemplo de ello.
No es casualidad que China, Rusia y otras potencias revisionistas sean cada vez más activas en la región de WiMedAf. Su influencia está creciendo. La de China se basa en préstamos, inversiones y comercio, aunque muchos gobiernos de la región están empezando a darse cuenta de que no todo lo que reluce es oro; la de Rusia se basa principalmente en una guerra híbrida, como el despliegue de mercenarios, el uso masivo de la desinformación y el apoyo a golpes de Estado y fuerzas subversivas. Esto ha sido evidente desde Libia hasta el Sahel y la República Centroafricana.
En consecuencia, la OTAN debe centrarse más en lo que ocurre allí. El reciente nombramiento de un representante especial para los países vecinos del sur, el diplomático español Javier Colomina, fue un paso en esa dirección. La alianza puso en marcha dos foros de asociación para los países de WiMedAf –el Diálogo Mediterráneo y la Iniciativa de Cooperación de Estambul–, pero eso no es suficiente.
La OTAN debería contribuir a fortalecer la democracia y la gobernanza en la región mediante la aplicación de programas ad hoc en países afines como Cabo Verde, Senegal, Mauricio y Ghana. También sería importante reforzar los vínculos con países parcialmente libres como Túnez, Marruecos, Kenia, Kuwait y Mozambique.
La cooperación podría incluir la mejora de la rendición de cuentas en los establecimientos de defensa, el perfeccionamiento de las capacidades antiterroristas y el fortalecimiento de la defensa contra los ciberataques, la desinformación y otras formas de guerra híbrida. La OTAN también podría ampliar su asistencia en caso de pandemias y desastres naturales, así como ayudar a los exportadores de energía de WiMedAf a mejorar la seguridad de su infraestructura. Esto tendría un impacto directo en la seguridad europea, ya que muchos países europeos de la OTAN dependen de estas fuentes de energía.
Obtener la ayuda adecuada
La OTAN ya tiene un plan para este tipo de trabajo, ya que coopera en estas áreas con países como Moldavia, Ucrania, Mongolia y Pakistán.
La OTAN debería aumentar su presencia avanzada en la parte sur de su territorio, tal como ya ha reforzado su flanco oriental. Esto enviaría un mensaje contundente a Rusia y a otros rivales, además de cumplir una función práctica en la reducción del tráfico de drogas y de personas. Por último, la OTAN debería fortalecer la cooperación con la Unión Africana y coordinar sus esfuerzos con los que ha emprendido la Unión Europea.
La OTAN no debería estar interesada en instalar activos militares en esta región, como Rusia ha hecho en Siria, por ejemplo. Tampoco se trata de “exportar democracia”. A diferencia de la Asociación para la Paz posterior a la Guerra Fría en Europa del Este, trabajar más estrechamente con socios africanos y de Oriente Medio no es una hoja de ruta para unirse a la OTAN (una opción que, de todos modos, el tratado fundacional de la OTAN excluye). El fracaso militar de Francia en África occidental debería servir de advertencia.
En cambio, el enfoque debe centrarse en trabajar con organizaciones y gobiernos que se inclinan hacia Occidente y apoyan el orden internacional basado en reglas. El objetivo es la reforma democrática y el intercambio de conocimientos, no un nuevo tipo de colonialismo europeo que apoya a regímenes corruptos a cambio de su apoyo a intereses comerciales y geopolíticos.
Si la OTAN se centrara más en la región WiMedAf, podría fomentar un cambio de mentalidad. Si bien tiene sentido que la OTAN se preocupe por su flanco oriental, lo hace con el riesgo de pasar por alto acontecimientos igualmente importantes desde el punto de vista estratégico en otras partes. Lo que el Indopacífico se está convirtiendo para los Estados Unidos, WiMedAf lo será para los miembros europeos de la OTAN.
Al centrar la atención en lo que ocurre allí, aumentar la cooperación con países afines y fortalecer la presencia militar en su periferia meridional, la OTAN puede desempeñar un papel constructivo en la estabilidad y la prosperidad de la región. Una estrategia adecuada podría incluso prevenir nuevos conflictos evitables.